Menu principale:
Neruda - le poesie
Las gaviotas de Antofagasta
Tú no conoces tierra estéril,
tú no conoces cordilleras secas,
techumbres de infinitas cicatrices,
y el ocre muerto en la mitad del día
junto al color mortuorio del tungsteno,
junto al intransferible
montón de un mundo muerto,
alturas y catástrofes peladas,
la luz más cruel del páramo arenoso.
Así de duro fue para acogerme
el norte calcinado de mi patria.
Y entonces en la línea
de cielo azul metálico
y del mar insurgente,
contra crueles montañas minerales
detrás de mi navio,
vi levantarse el hombre y el amor
en una despedida de gaviotas.
Triangulares y grises
aparecieron sobre
la desaparición de Antofagasta
y en el vuelo cortaban
rectángulos fugaces,
entrecruzaban luz y geometría,
se acercaban inmóviles,
se levantaban en su propia espuma,
y eran de pronto líneas de la sal,
ojos del cielo o cejas de la nieve.
Por el mar, el más largo,
dejando atrás la cascara calcárea
de las cumbres de Antofagasta,
vino el racimo de aves
agrupadas,
el purísimo ciclo de su vuelo,
la música sin voz de las gaviotas,
y sobre el mundo horrendo,
sobre la muerte seca del desierto lunario,
con el mar
levantaron
un vuelo interrumpido de azahares,
un acompañamiento
de equilibrio y blancura,
y era en el fin del día desolado
la danza suspendida,
el repertorio más puro del aire,
el capítulo de la dulzura.
Adiós, adiós gaviotas,
hacia atrás, hacia
los crueles, infernales poderíos
de la naturaleza calcinada,
hacia la noche oscura,
hacia lo que se fue cuando cerraba
el círculo del mar sobre el navio
mientras que yo en mi viaje
sin llegar, sin razón, sin infortunio,
por toda noche y día navegando
me detengo y pregunto
por la valiente luz de aquellas rocas,
por las alas errantes que siguieron
a pleno mar mi pecho peregrino.
Adiós, adiós,
únicas almas de la luna muerta,
altas preguntas de la luz marina,
adiós, hasta perder
en el espacio
lo que me acompañó en la travesía,
la luz de las gaviotas que elevaron
detrás de mí su vuelo
y en sus alas
-honor del mar- la población más pura.
Oda a las gracias
Gracias a la palabra
que agradece.
Gracias a gracias
por
cuanto esta palabra
derrite nieve o hierro.
El mundo parecía amenazante
hasta que suave
como pluma
clara,
o dulce como pétalo de azúcar,
de labio en labio
pasa,
gracias,
grandes a plena boca
o susurrantes,
apenas murmulladas,
y el ser volvió a ser hombre
y no ventana,
alguna claridad
entró en el bosque:
fue posible cantar bajo las hojas.
Gracias, eres la pildora
contra
los óxidos cortantes del desprecio,
la luz contra el altar de la dureza.
Tal vez
también tapiz
entre los más distantes hombres
fuiste.
Los pasajeros
se diseminaron
en la naturaleza
y entonces
en la selva
de los desconocidos,
merci,
mientras el tren frenético
cambia de patria,
borra las fronteras,
spasivo,
junto a los puntiagudos
volcanes, frío y fuego,
thanks, sí, gracias, y entonces
se transforma la tierra en una mesa:
una palabra la limpió,
brillan platos y copas,
suenan los tenedores
y parecen manteles las llanuras.
Gracias, gracias,
que viajes y que vuelvas,
que subas
y que bajes.
Está entendido, no
lo llenas todo,
palabra gracias,
pero
donde aparece
tu pétalo pequeño
se esconden los puñales del orgullo,
y aparece un centavo de sonrisa.
I GABBIANI DI ANTOFAGASTA
Tu non conosci terra sterile,
tu non conosci cordigliere secche,
tetti di infinite cicatrici,
e l’ocra morta nella metà del giorno
vicino al colore mortuario del tungsteno,
vicino all’intrasferibile
mucchio di un mondo morto,
alture e catastrofi spoglie,
la luce più crudele del deserto sabbioso.
Così di brutto mi accolse
il Nord riarso della mia patria.
E allora nella linea
di cielo azzurro metallico
e del mare ribelle,
contro crudeli montagne minerali
dietro la mia nave,
vidi sollevarsi l’uomo e l’amore
in un addio di gabbiani.
Triangolari e grigi
apparirono sopra
le sparizione di Antofagasta
e nel volo tagliavano
rettangoli fugaci,
intrecciavano luce e geometria,
si cercavano immobili,
si sollevavano sulla propria schiuma,
e erano improvvisamente linee del sale,
occhi del cielo o ciglia della neve.
Per il mare, il più lungo,
lasciando indietro il guscio calcareo
delle cime di Antofagasta,
venne il grappolo di uccelli
raggruppati,
il purissimo ciclo del loro volo,
la musica senza voce dei gabbiani,
e sopra il mondo orrendo,
sopra la morte secca del deserto lunare,
con il mare
sollevarono
un volo interrotto di zagare,
un accompagnamento
di equilibrio e bianchezza,
ed era nella fine del giorno desolato
la danza sospesa,
il repertorio più puro dell’aria,
il capitolo della dolcezza.
Addio, addio gabbiani,
all’indietro, verso
i crudeli, infernali poteri
della natura riarsa,
verso la notte oscura,
verso quello che andò via quando si chiudeva
il cerchio del mare sopra la nave
mentre io nel mio viaggio
senza meta, senza ragione, senza infortunio,
per tutta la notte ed il giorno navigando
mi fermo e chiedo
per la eccellente luce di quelle rocce,
per le ali erranti che seguirono
in pieno mare il mio petto peregrino.
Addio, addio,
uniche anime della luna morta,
alte domande della luce marina,
addio, fino a perdere
nello spazio
quello che mi accompagnò nella traversata,
la luce dei gabbiani che si alzarono
dietro di me in volo
e nelle loro ali
- onore del mare – la popolazione più pura.
ODE AI RINGRAZIAMENTI
Grazie alla parola
che ringrazia.
Grazie a grazie
per
quanto questa parola
scioglie neve o ferro.
Il mondo sembra minacciante
finché soave
come piuma
chiara,
o dolce come petalo di zucchero,
di labbro in labbro
passa,
grazie,
grandi a piena bocca
o sussurranti,
appena mormorate,
e l’essere tornò ad essere uomo
e non finestra,
qualche chiarezza
entrò nel bosco:
fu possibile cantare sotto le foglie.
Grazie, sei la pillola
contro
gli ossidi taglianti del disprezzo,
la luce contro l’altare della durezza.
Forse
anche tappeto
tra i più distanti uomini
fosti.
I passeggeri
si disseminarono
nella natura
e allora
nella selva
degli sconosciuti.
merci,
mentre il treno frenetico
cambia la patria,
cancella le frontiere.
spasivo,
vicino agli appuntiti
vulcani, freddo e fuoco,
thanks, si, gracias, e allora
si trasforma la terra in un tavolo:
una parola la pulì,
brillano piatti e bicchieri,
suonano le forchette
e sembrano tovaglie le pianure.
Grazie, gracias,
che viaggi e che ritorni,
che salga
e che scenda.
Ho capito, non
lo soddisfi tutto,
parola gracias,
ma
dove appare
il tuo piccolo petalo
si nascondono i pugnali dell’orgoglio,
e appare un centesimo di sorriso.